martes, 14 de noviembre de 2017

¿Cuándo desapareció esa parte de mi?

Para poder construir hueso nuevo debes destruir otro viejo. Es la ley fundamental para tener un hueso y crecimiento sano. No son procesos aislados, se mandan señales uno a otro, van juntos de la mano. Constantemente, nos renovamos. Nos desprendemos de viejas costumbres que ya no nos sostienen para mantener el peso de otras recién adquiridas. Nos deshacemos de lo que ya no nos sirve, lo que creemos no necesitaremos más. En ocasiones, ni siquiera está en nuestra mano tomar esa decisión, ni tampoco sabemos cuándo se transformó todo. Cada año, un 10% del hueso es renovado sin que nos demos cuenta de nada, no nos duele, no notamos el cambio, mientras ocurre nos sentimos exactamente igual.
Lo mismo pasa con nuestro ADN, nuestra señal de identidad se reescribe, hace copias de sí misma constantemente y en el camino va perdiendo información, aunque nosotros creamos que no hemos cambiado nada en absoluto.
Entonces, ¿cuál es el problema de la renovación? Que es lento y casi imperceptible, y mientras construyes hueso nuevo no sabes en qué parte de tu cuerpo se estará destruyendo algo, no hasta que desparece por completo. ¿Quién sabe si nos estaremos quedando con lo superfluo y, entretanto, habremos tirado algo importante?
Y te preguntas, ¿podré vivir sin esa parte de mi?
A mi personalmente, me gusta creer que la naturaleza es sabia y nos hace avanzar con lo imprescindible.

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