sábado, 30 de septiembre de 2017

Solo nos falta voluntad

Tu cuerpo no se va a mover hasta que tú no le digas que lo haga. Tus pies no pueden dar un paso hacia delante por sí solos. Ni retroceder en una decisión tomada, no salvo que le llegue esa señal.

Cualquier movimiento voluntario, por pequeño que sea, tiene su origen en el cerebro. Dar la mano, correr 5 minutos más, hacer un esfuerzo por estudiar la última página, mandar un mensaje, pronunciar las palabras correctas...Cualquier gesto que se te ocurra.
Es puramente fisiológico. Recibimos señales que producen respuestas "todo o nada". Si esos impulsos son lo suficientemente fuertes como para pasar nuestro umbral, le diremos a nuestros músculos que se muevan. Reaccionaremos. O lo que es lo mismo, cada uno de nuestros movimientos nace de la voluntad de dar ese paso.


Piénsalo, si algo es lo suficientemente importante debería ser "todo o nada". Seguimos la ley del mínimo esfuerzo de forma natural, somos lo suficientemente inteligentes como para gastar la mínima energía posible. Así que, cuando damos un paso al frente, cuando tus músculos se esfuerzan por algo, solo lo hacen porque resulta vital. 

Y por ende, cada excusa que ponemos para justificar los pasos que no dimos son puntos ciegos a los que mirar, porque sabemos que no podemos autoengañarnos. 

Que "podríamos haberlo hecho, pero no" 

Que sólo nos faltó el ímpetu de dar ese salto, de ver hasta donde nos lleva el camino elegido, de proteger algo en lo que creemos. 
El tesón para arrepentirnos sobre una elección que parecía la correcta, el anhelo de disfrutar de las vistas desde la cima, de llegar hasta donde nos lo proponemos. 
Si te dijera que un solo gesto, un mínimo movimiento hubiese marcado la diferencia, ¿no habría merecido la pena?

La próxima vez que nos encontremos ante la  decisión de hacer algo o no hacerlo, solo deberíamos recordar que cada parte de nosotros estaría dispuesta a dar lo mejor y conseguirlo. Nosotros solo tenemos que quererlo, basta un solo pensamiento para ponernos en marcha.