domingo, 25 de diciembre de 2016

Lo bueno de los años

Los años marcan, unos más que otros, igual que las personas, no todos dejan la misma huella en su paso por nuestro camino. Los más intensos llegan envolviéndonos en un halo de entusiasmo y determinación, los menos placenteros simplemente pasan, y ya está. Intentan no causar demasiado alboroto, no pisar demasiado fuerte para "no hacer daño", para no calar demasiado hondo.
Unos tanto y otros tan poco. El ying & el yang.

Pretender cruzar tu sendero sin dejar pista alguna, es como dejarte sin nada. Ellos mismos nos demuestran que allá por donde pases, lo hagas dejando tu estela. Que los mejores son los que dejan una señal tan profunda que a pesar del tiempo, se hace imborrableLas vueltas que damos con los años deberían dejar algo más que un simple rastro. 
Que la vida da muchas vueltas, pero qué vida dan las vueltas. 


Los años enseñan que quien no tiene cabeza tiene que tener piernas, para correr detrás de las oportunidades que un día dejamos escapar. La miel en los labios y nosotros con un empacho de desengaños. Si los años no perdonan tal vez ya seamos lo suficientemente mayorcitos para saber lo que (nos) hacemos. Que no existe la edad adecuada para perdonarse a uno mismo y aunque no lo parezca las emociones también envejecen. Quien era alguien importante se convierte en un extraño, y un completo desconocido puede ganarse un hueco especial en menos de lo que canta un gallo.


Los años pasan y pesan. Lo importante es que cada año nuevo compense con aquellos más livianos, que cada año que viene no pase desapercibido. Que rompas la balanza a favor de tus bolsillos con la riqueza de tus sueños. Que te pese decir la edad que tienes porque es casi incontable el número de personas a las que estás sumamente agradecido.
Los años te harán padre y comerás huevos. Recordarás los días en los que deseabas con todas tus fuerzas lo que ahora tienes. Verás conquistados rincones del mundo que no conocías dejando ahí una parte de ti y llevándote una experiencia de vuelta. Los años te obligan a aprender el idioma de la vida:
  Sin reglas y muchas excepciones.


Contra todo pronóstico, acabarás dominándolo. Escucharás el ruido que hace quien se marcha sin querer ser visto e interpretarás el silencio de los ojos que hablan por si solos. Escucharás a muchas bocas contar cuáles son sus mejores intenciones pero de pocas interpretarás lo mismo de sus gestos. Los acentos más marcados serán duros de roer y te darás cuenta que sólo vale el esfuerzo que muestra quien está interesado en entenderte. 

Y por último y más importante,  el tiempo nos otorga el coraje. La valentía de afrontar las preguntas que hemos estado evitando la mayor parte del tiempo. Un apuesto por ti bien dicho, como siempre me han enseñado: alto y claro. Las agallas de ir con todo, a cuerpo descubierto, a una carta, la tuya. Tener la intrepidez que al mundo le falta para jugártelo todo, hasta las dudas, por aquello en lo que crees, material o personal, aunque seas tú el único alocado que realmente piensa que merece la pena. 
Es lo bueno de los años, que uno puede creer ya en lo que le de la gana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario